Datos personales

Mexico, DF, Mexico
Poeta. Nació en el puerto de Veracruz en 1967. Es ingeniero en sistemas y maestro en negocios. En 1988 obtuvo el primer lugar en el concurso literario del tecnológico de Monterrey en la categoría de Dramaturgia. Ha publicado los poemarios: Último turno, El huracán nos pasa, Estaciones Restauradas y Ojo de Patio. Colabora con diversas revistas y suplementos culturales del país y participó en distintos congresos internacionales de Poesía en Carolina del Norte y Buenos Aires. En 2004 ha sido incluido en la antología española del Grupo la Pirámide. Es integrante del grupo cultural Floricanto.

jueves, 8 de mayo de 2008

Pequeña antología

OASIS
Cascadas del desierto las palmeras, pedestales de antorchas apagadas. Allá se miran sus raíces desnudas bajo el sol que se abre paso.
Apenas descubrirse fue un beber y beber del otro estanque por primera vez rendidos. Oasis que se surte con agua subterránea mientras el resto brota de sus grietas.
Tumbados en el borde de la alberca no supieron. Unidas las manos una casi abandonada en la sed de la piel ajena.
No necesitaban nada más para salvarse. Se alimentaron con la sal que el agua dejó sobre sus cuerpos.

SOBERBIA
Harina vieja esponjó su masa a fuego lento hasta quedar dorada, entonces se sintió invencible. Un instante creyéndose perfecta, al siguiente se deshace en migajas cuando su cuerpo en otros labios se transforma.

PERSÉPOLIS
Quemé tu ciudad, el palacio de tu infancia, escombros que restaban del saqueo. Nuestras cicatrices, bajas de guerra en la noche.
A este lado llega el dolor de lo perdido, derrota que sabe amarga, cenizas de tanto humo sobre la piel vencida.
Con el viejo barro cocido en la memoria, renacerás
Saber quién se somete, quién seduce. La ciudad a las murallas, el esplendor al deseo de un cuerpo que teme las caricias. Los dedos desgarran la piel que adivinan expuesta; que muy adentro, en el fondo, acabará por acostumbrarse.
Entre tanto desastre, nadie más que yo festeja. Es difícil reconocer en los despojos, el verdadero olor de la victoria.


EROSIÓN
Regresa a mi memoria la ciudad
sed de ancestros
donde los cuerpos se volcaron
sumergidos

Sal derramada
desde su reino aborigen
borró tu nombre



LA CIUDAD SE DESTEJE
Afilada tu furia convoca un viento azul
sobre la misma arcilla que sacude tu sexo

Quedan sepultados los comensales
días de reserva amontonaron tus vestidos
la noche ceniza huésped de roca
encierra en ámbar a los desertores

La contraparte separó los muslos
sellados hasta purgar su abandono
cubren tu deshonra las piedras de cal
furias y aullidos regresan sigilosos
a dormir entre los restos

Acechas con tu espada las aves de rapiña
el alud de lluvia que lavará tus manos
hasta disipar el humo de las últimas hogueras

La ciudad en tu cuerpo se desteje
no volverán los invasores
ningún hombre ningún aliado
excavará entre heridas
la sombra de tus latidos

mientras tanto crece en la piel
la otra ciudad que te sonríe

Mil años más tarde despiertas
convertida en memoria de lava
del sueño que te dio forma
y la suaviza

adentro inmóvil
detenido en cada una de tus calles
un pueblo petrificado te contempla


TROYA
Inútiles las murallas

Un arsenal minado
de ejércitos
se prolonga en sus esquinas
larga espera ante el ocaso

ni dioses
ni héroes
ocultarán su asombro
el esplendor permaneció intocable
en ojos enemigos

Un caballo
una promesa

¿Dónde quedaron
las astillas de nuestro lecho?

Mientras dormías
destruyeron la ciudad que amabas


NORTE
Me acorrala su soplo
al girar diluido
látigo de aire
se cuela en la abertura.

La embestida ciega mis pasos.

Estallan
en su aullido truenos
entrecruza mis ramas
desde lo profundo
con distintas voces.

En su letargo
enrarecida furia
bifurcada.

Por laberintos de mi boca
despliega su bestia.

Dejamos húmedo el deseo
en las piedras de nuestras estaciones
sudario de olores
amaneciendo entre las fauces.

Tanto callar
en un solo vértice
cáscara de ahogo.

De cuánta tempestad
inundamos los recintos
rezago de formas doblegadas
al extremo
en medio de aires furiosos.

Estabas allí
relámpago
enfilado a mi orilla.

LA ALCOBA
La codicia fulminante. Su veta sobre el pasmo.
Un territorio de luz arremete en los ojos. Por sus grietas huyen multitud de signos: exhalación de tu sexo en las casillas oscuras, inusual revuelo desde ávidos balcones.
Esquinas de torso reverberan en un imán de fuego. Tatuaje que gravita y disuelve la penumbra.
Ante aquel resplandor de lenguas rojas se consume el aceite de mi lámpara.